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martes, noviembre 11, 2025

El robo del Louvre: cuando la pareja perfecta es la delincuente

Detrás del atraco de 102 millones de dólares hay una historia de delincuentes de poca monta que burlaron la seguridad del museo más famoso del mundo

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TL;DR

  • El sospechoso principal tiene 11 condenas previas y ya había robado con uno de los cómplices
  • La pareja detenida fue encontrada por ADN en el montacargas usado para el atraco
  • Las joyas de 102 millones de dólares siguen sin aparecer y hay al menos un prófugo
  • La fiscal admite que son «delincuentes de poca monta» que burlaron seguridad de élite

La pareja perfecta para el crimen imperfecto

Imaginen la escena: un hombre de 37 años con 11 condenas previas, su pareja de 38 años llorando en el tribunal porque teme por sus hijos, y un botín de 102 millones de dólares en joyas de la corona francesa que sigue desaparecido. Según Jornada, esta es la realidad detrás del «robo del siglo» en el Louvre que parecía sacado de una película de Hollywood.

La fiscal de París, Laure Beccuau, tuvo que admitir lo obvio: los perfiles de los sospechosos «no corresponden con los que generalmente se asocian con los niveles más altos de la delincuencia organizada». O sea, no son los típicos villanos de James Bond, sino delincuentes de barrio que lograron lo imposible. El tipo ya había sido condenado en 2015 junto con uno de sus actuales cómplices por otro asalto. ¿Aprendieron de sus errores o simplemente tuvieron suerte?

El método: simple, efectivo y vergonzosamente fácil

El atraco fue de manual: dos tipos entran por un montacargas de la vía pública, cortan las vitrinas con una sierra de disco, se llevan las joyas en cuestión de minutos y escapan en motos. Nada de túneles subterráneos, láseres o sistemas de seguridad de última generación. Según Elfinanciero, el cuarto miembro del comando sigue prófugo y las autoridades buscan también a quien pudo haber ordenado el robo.

Lo más preocupante: todos los detenidos residen en los suburbios del norte de París y dos de ellos ya habían sido condenados juntos en el pasado. Esto no es el trabajo de una organización criminal internacional sofisticada, sino de un grupo local que conocía bien el terreno. El ciudadano argelino de 34 años que vive en Francia desde 2010 es sospechoso de ser uno de los dos que entraron a la Galería Apolo. ¿Cómo es posible que personas con antecedentes tan conocidos pudieran planear y ejecutar semejante atraco?

Las lagrimas y el ADN que los delataron

La parte más humana -y trágica- de esta historia llegó cuando la mujer de 38 años compareció llorando ante el tribunal. Según Reforma, afirmó que temía por sus hijos y por ella misma. Su detención vino después de que se encontraran rastros de su ADN en el montacargas usado para el atraco, aunque la fiscal advierte que podrían haberse transferido por contacto indirecto.

Mientras tanto, su pareja se negó a declarar y fue acusado de robo organizado y conspiración criminal. Ella enfrenta cargos de complicidad. La fiscal Beccuau admitió que «todo esto deberá ser investigado», lo que suena más a un reconocimiento de que el caso está lleno de cabos sueltos que a una declaración de confianza en la investigación.

¿Cambiará esto la seguridad en París?

La pregunta del millón: después de que un grupo de delincuentes de poca monta burlara la seguridad del museo más famoso del mundo, ¿aprenderá algo el sistema? El ministro del Interior, Laurent Nuñez, dijo que buscan a quien ordenó el robo, pero la verdadera pregunta es cómo permitieron que sucediera.

Las joyas robadas -una diadema de perlas de la emperatriz Eugenia y un conjunto de collar y pendientes de zafiros de la reina María Amelia- valen 102 millones de dólares y siguen sin aparecer. Mientras tanto, la pareja con hijos enfrenta prisión preventiva y las autoridades francesas tienen que explicar cómo un montacargas de la vía pública se convirtió en la puerta de entrada al mayor robo de arte del año.

Lo más irónico: la fiscal reconoce que «hay perfiles poco conocidos en la delincuencia organizada que ascienden con bastante rapidez a delitos extremadamente graves». O sea, ahora se dan cuenta. Después de que se llevaran piezas históricas frente a sus narices. El verdadero robo no fue solo de joyas, sino de la confianza en que lugares como el Louvre están realmente seguros.


Fuentes consultadas:

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