21.2 C
San Luis Potosí
miércoles, marzo 12, 2025

Gilberto Herrera y su amor prohibido por Lenia Batres

Un diputado de Morena se lanza al ruedo con logos oficiales y piropos judiciales, pero ¿qué lo llevó a jugársela así por la "Ministra del Pueblo"?

Destacadas

Entre Líneas
Entre Líneashttps://entrelineas.news
Noticias claras, análisis profundo. La verdad se lee Entre Líneas. #EntreLineas

TL;DR

  • Gilberto Herrera Solórzano usó logos de la Cámara y Morena para alabar a Lenia Batres en redes, rompiendo la ley sin despeinarse.
  • Quiere impulsar a Batres como ícono de justicia, pero los ministros no se reeligen, así que ¿qué está tramando?
  • La Ley Federal de Responsabilidades dice «no» al proselitismo con recursos públicos, y esto huele a sanción.
  • Todo apunta a un coqueteo político que pone en jaque la independencia del Poder Judicial.

Imagina la escena: Gilberto Herrera Solórzano, diputado federal por Morena, sentado frente a su computadora, con el café ya frío y el celular en la mano, pensando cómo hacer que su crush judicial, Lenia Batres Guadarrama, brille más que nunca. No se le ocurre nada mejor que agarrar el logo de la Cámara de Diputados, pegarle el de Morena como si fuera calcomanía del Mundial, y subir una foto a redes con un texto que parece sacado de un corrido revolucionario: «Hoy charlé con Lenia Batres, la Ministra del Pueblo. Extraordinaria, sencilla y valiente». ¿El remate? Un grito de guerra por «un nuevo sistema de justicia». Suena bonito, pero hay un pequeño detalle: esa jugada está más fuera de la ley que político en campaña prometiendo honestidad.

¿Por qué Gilberto se aventó este clavado de cabeza al charco de la ilegalidad? Para entenderlo, hay que meterle lupa al asunto, porque esto no es solo un desliz de un diputado enamorado de la justicia (o de una ministra). Aquí hay estrategia, pasión política y una dosis peligrosa de descuido que nos deja preguntándonos si el amor por la 4T lo cegó o si simplemente le vale gorro lo que diga la ley.

Primero, hablemos del contexto. Lenia Batres, nombrada ministra de la SCJN en diciembre de 2023 por el mismísimo AMLO, no es cualquier figura. Es hermana de Martí Batres, jefe de Gobierno de la CDMX y morenista de cepa, lo que ya la pone en el radar de los que ven la Suprema Corte como un ring político más que como un templo de la ley. Gilberto, con su post, no solo le tira flores, sino que la pinta como la heroína que va a salvar al Poder Judicial de sus «corruptos y privilegiados». Pero, ¿reelegirse como ministra? Los ministros duran 15 años en el cargo y no hay reelección, según el Artículo 94 de la Constitución. Entonces, o Gilberto anda perdido en el reglamento o está hablando de otra cosa, como apoyar a Lenia para presidenta de la Corte, un puesto que sí se elige entre los ministros cada cuatro años. Sea como sea, usar logos oficiales para eso es como querer apagar un incendio con gasolina.

Ahora, ¿qué lo llevó a meterse en este lío? Una pista está en el ADN de Morena: esa mezcla de fervor por transformar todo y una obsesión por gritarlo a los cuatro vientos. Gilberto no es un novato; lleva rato en el juego político y sabe que un tuit bien puesto puede mover montañas… o al menos, likes. Su post no es solo un halago, es un guiño a la narrativa de la 4T: «el pueblo contra los privilegiados». Lenia, con su historial de izquierda y su discurso contra los excesos de la Corte, encaja perfecto en ese guion. Para Gilberto, apoyarla es como alzar la bandera de la justicia popular, aunque para hacerlo haya tenido que pisar la Ley Federal de Responsabilidades Administrativas de los Servidores Públicos, que en su Artículo 14 dice clarito: nada de usar recursos públicos para fines políticos. Y el logo de la Cámara, amigos, no es un sticker para decorar selfies.

Pero vamos más allá del romanticismo político. Esto también huele a cálculo. En un momento donde la independencia del Poder Judicial está en el ojo del huracán —con reformas como la de elegir jueces por voto popular flotando en el aire—, meterle ruido a la SCJN con apoyos partidistas no es casualidad. Es una forma de decir: «Aquí mandamos nosotros». Gilberto, consciente o no, está mandando un mensaje a sus bases y a sus detractores: la justicia no es intocable, y si hay que pintarla de guinda, se pinta. El problema es que esa audacia lo pone en la mira de sanciones, porque la ley no se anda con rodeos: usar símbolos oficiales para proselitismo es un foul que puede costarle caro, desde una multa hasta un jalón de orejas administrativo.

Y luego está el factor humano. ¿Quién no ha hecho algo estúpido por alguien que admira? Porque, seamos sinceros, el texto de Gilberto tiene un tono casi poético. «Sencilla y valiente», dice, como si estuviera nominándola a un Oscar por mejor personaje de telenovela revolucionaria. Tal vez en su cabeza estaba pensando en Zapata, en Villa, en esa imagen épica de la justicia con rebozo y machete. Pero en la realidad, lo que logró fue un autogol: violó la separación de poderes y le dio munición a quienes dicen que Morena quiere meterle mano a la Corte. Si su plan era hacerla brillar, lo único que consiguió fue ponerla bajo un reflector incómodo.

No podemos ignorar el timing. Febrero de 2025, con las elecciones del 24 todavía frescas y el país polarizado, es un momento donde cada movimiento cuenta. Apoyar a Lenia publicly podría ser una forma de calentar motores para lo que venga, ya sea una candidatura interna en la Corte o un posicionamiento más amplio de Morena como el partido que «limpia» el sistema judicial. Pero, ¿a qué costo? La independencia del Poder Judicial no es un lujo, es el contrapeso que evita que México se convierta en un ring donde el más fuerte siempre gana. Gilberto, con su entusiasmo, está pateando ese equilibrio como si fuera balón de fut callejero.

Así que, ¿por qué lo hizo? Porque cree en la causa, porque quiere ser el héroe de la película, porque subestimó las reglas del juego o, quién sabe, porque pensó que nadie se daría cuenta. Lo cierto es que su jugada tiene consecuencias. La Cámara de Diputados y la Secretaría de la Función Pública podrían investigarlo, y si le aplican la ley al pie de la letra, esto no termina en un «te perdono, compa». Mientras tanto, Lenia Batres, quiera o no, queda en el centro de una tormenta que no pidió.

Al final, esto nos deja con un sabor agridulce. Por un lado, es casi enternecedor ver a un diputado tan apasionado que se juega el pellejo por su musa judicial. Por otro, es un recordatorio de que las instituciones no son un patio de juegos para experimentos políticos. Gilberto quiso hacer un golazo, pero se fue por la banda equivocada. Y nosotros, los espectadores, nos quedamos viendo cómo el árbitro saca la tarjeta, preguntándonos si este partido todavía tiene reglas o si ya todos están jugando a ver quién grita más fuerte.

- Publicidad -spot_img

Más noticias

- Publicidad -spot_img

Últimas Noticias