15.1 C
San Luis Potosí
martes, abril 22, 2025

De Google, el servilismo corporativo y cuando las plataformas se arrodillan ante el capricho de un populista.

Donald Trump ha logrado que las empresas más importantes de tecnología en USA se sometan a su caprichosa voluntad. Aunque no tiene un impacto profundo en la vida de los usuarios, el precedente es peligroso, muy peligroso...

Destacadas

Roy Escalante
Roy Escalantehttp://royescalante.com
Roy Escalante es un experto en Marketing Político e Ingeniería Social con Inteligencia Artificial. Tiene una amplia experiencia en campañas electorales por todo México y Latinoamerica, además de ser responsable de la transformación digital de decenas de empresas.

En un mundo donde la tecnología debería ser un bastión de neutralidad y objetividad, nos encontramos con que las grandes plataformas digitales, supuestamente defensoras de la información veraz y el acceso universal al conocimiento, se pliegan con una facilidad vergonzosa a los caprichos de líderes populistas. El reciente cambio de nombre del Golfo de México a «Golfo de América» en Google Maps, siguiendo una orden ejecutiva de Donald Trump, es un ejemplo flagrante de cómo el servilismo corporativo se convierte en cómplice de la distorsión histórica y geográfica.

¿Qué lleva a una empresa como Google, que se jacta de su compromiso con la precisión y la veracidad, a modificar un nombre que ha existido durante siglos? ¿Acaso no es evidente que este cambio responde a un acto de puro populismo, diseñado para alimentar el ego de un líder que busca reescribir la realidad a su antojo? El Golfo de México no es un territorio en disputa, ni un nombre que haya generado conflictos internacionales. Es un cuerpo de agua que ha sido reconocido por la comunidad global durante más de 500 años. Sin embargo, con un simple decreto, Trump logra que una de las empresas más influyentes del mundo se doblegue a su voluntad, borrando de un plumazo digital siglos de historia y cultura.

Este acto de sumisión no es solo una afrenta a México y a los otros países que comparten el golfo, sino también una clara muestra de cómo las plataformas digitales están dispuestas a sacrificar la integridad en aras de complacer a quienes detentan el poder. Google, en su afán por «seguir las fuentes oficiales», ha validado una decisión que carece de cualquier fundamento legal, histórico o geográfico. Peor aún, ha contribuido a normalizar un acto de apropiación cultural y geográfica que debería ser repudiado por cualquier persona con un mínimo de respeto por la historia y la soberanía de las naciones.

Pero este no es un problema exclusivo de Google. Es un síntoma de una enfermedad más grande: la tendencia de las grandes tecnológicas a actuar como sirvientes de los caprichos de los poderosos, en lugar de como guardianes de la verdad y la objetividad. Cuando plataformas como Google, Facebook o Twitter deciden que es más importante complacer a un líder populista que mantener su integridad, están enviando un mensaje peligroso: que la historia, la cultura y la verdad son negociables, siempre y cuando el precio sea lo suficientemente alto.

El caso del Golfo de México es particularmente revelador porque muestra cómo el populismo no solo busca reescribir la historia, sino también apropiarse de ella. Al renombrar el golfo, Trump no solo está intentando borrar la identidad mexicana de un espacio geográfico compartido, sino que también está reforzando una narrativa de superioridad estadounidense que ignora por completo la rica historia y cultura de los pueblos que han habitado esas aguas durante siglos. Y Google, al seguirle el juego, se convierte en cómplice de esta distorsión.

Es hora de que las plataformas digitales entiendan que su poder conlleva una responsabilidad. No pueden seguir actuando como meras herramientas al servicio de los caprichos de los líderes populistas. Deben ser guardianes de la verdad, defensores de la historia y la cultura, y no simples ejecutores de órdenes absurdas. Si no lo hacen, estarán contribuyendo a un mundo donde la verdad es maleable, la historia es borrable y la cultura es prescindible. Y eso, más que un error, es una traición a la humanidad.

En resumen, el servilismo de las plataformas digitales ante los caprichos populistas no solo es indignante, sino también peligroso. Es una clara muestra de cómo el poder corporativo puede ser manipulado para servir intereses políticos mezquinos, en detrimento de la verdad y la justicia. Y mientras sigan arrodillándose ante estos actos de egoísmo geográfico e histórico, estarán contribuyendo a la erosión de los valores que supuestamente dicen defender.

- Publicidad -spot_img

Más noticias

- Publicidad -spot_img

Últimas Noticias